lunes, 5 de agosto de 2013

No hay duendes en el mar

A los que bailaban con siroco y me contaban cuentos sobre la sal de las mareas...corales, perlas y monstruos marinos; a los que mordieron el anzuelo, a los que me intoxicaron de hambre y cruzaron el espejo con sus castillos de arena...

Diario de a bordo:
Frío, así empieza todo...que silencio hay en el frío...
Sin poder soportarlo más, una mañana sin noticias de siroco, hice memoria del mapa que me cantaba con los duendes y, con retales de cuatro notas en mi piel, decidí embarcarme en busca del tesoro hundido del barco de sauce llorón...Que no sabía si se había ahogado entre sus lágrimas o si estaba contento buceando...Aún conservo la esperanza de recordarle el subidón de adrenalina que se siente al tomar el aire que te da la vida...
Cascarón de nuez a la deriva, pasé por las tormentas sin pena ni gloria, sin remos y sin timón, sin sentido, sin dirección...no sucumbí tampoco al pánico, capitán; todo fue rápido, del frescor al frío...sólo frío...y de nuevo, ni un solo ruido...
Me golpeo en la frente, vuelvo a estar en el punto de partida; pues me encuentro persiguiendo un tesoro que es el calor de fuegos fatuos ¿cómo va a haber música de viento bajo el mar? Locuras de buscar tornados del desierto entre las olas...
Esta vez, quizás sean las morenas quienes tienen cautivos a mis duendes, celosas guardianas entre las perlas...
Y así sin más, sin ellos, sin música ni bailes con el viento, sin boca a boca de vida, sin despedida...de vuelta a la fría orilla...Carpetazo a golpe de Carpe Diem...Me sacudo lenta las arenas, adiós marea; gracias por el baño de realidad.



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